sábado, 11 de enero de 2014

CRESTERÍA DE BENADALID - 11.01.2014



Una crestería fácil, já. De esta forma me había vendido el Antonio la rutita de hoy, “que yo recuerde es relativamente fácil y corta”, já.
No eran las 9:45 horas cuando después de haber salido a las siete de la mañana de casita, mochilas a la espalda, salíamos de la venta de Santo Domingo, hoy día cerrada, en Benadalid, hacia nuestro primer piquito del día: el Poyato (1137 m), por un caminito de senderistas y en fortísima pendiente inicial. Ya nos conocéis, así que aprovechando que hoy solo íbamos cabras con mochila, esto es: el Antonio, el Patxi, el Migué, el Pepe, el Guti, el David y el que narra, pos que vamos a trochar to tieso parriba por esa vaguadita tan mona y esas roquitas que están diciendo trépame. Pues sí, comenzó el día tan facilito, con una trepadita – escaladita, por una grietecita o chimenetita guapísima y del tirón y con disfrute pleno (bueno alguno no tanto) pues al piquito sin nombre en cuestión y primeras fotos de la hazaña superada y con la maquinita de fabricar adrenalina a tope de pensar que esto no había hecho nada más empezar. Íbamos ya, por supuesto, fuera del track de seguridad que siempre llevamos, así que mirar la mejor subida al Poyato, comenzar a subir, que el Antonio se empeña en dar un rodeo por la falda izquierda y que la bicefalia en la montaña no es buena, pero que vamos a darle el gusto al niño y que rodeando una enorme peña los rinconcitos comienzan a ser cada vez más espectaculares, que vamos cogiendo altura, que vamos localizando balconcitos de ensueño, que me hacen un regalito en plena montaña, que me pongo to nervioso perdío, que comienza el cachondeo de los envidiosos del grupo y que quillo Antonio, la próxima vez que me quieras regalar un pedazo de linterna frontal, pues quedamos y me lo entregas cuando no haya tanta guasa presente… de todas formas, muchísimas gracias por el detalle, que sé que te salió de manera natural y sincera y que me servirá perfectamente tanto para ciclismo como para montañismo.


Bien y además, el Poyato estaba ya a tiro de piedra, el día que no se decidía ni a arreglarse ni a estropearse del todo, buena temperatura, muy nublado, algunas gotillas y una niebla que se iba colando hacia nuestra crestita a medida que nos íbamos escapando de ella. Fotos a mogollón en el vértice y pabajo hacia nuestra cresta en cuestión.
En la base del Peñón de Benadalid, nos desviamos nuevamente del track, para bichear el comienzo de la zona de vías ferratas que existen aquí. Impresionantes, tenía yo ganas de hacer una vía de éstas, pero ya se me quitaron las mismas antes de navidad cuando bicheamos las del Camorro Alto en Antequera, pues hoy se me han quitado ya definitivamente. Los cortados de roca espectaculares y las grietas por donde se mete la vía con sus puentes tibetanos incluidos, te agudizan el vértigo hasta darte mareítos en pleno suelo. Así que fotos de la zona y por donde mejor nos pareció subir a lo bestia hasta dar con el final de las vías ferratas localizadas, para de nuevo sentir el puro vértigo de los farallones rocosos y el valor que hay que tené para engancharse por esos caminitos de hierro.
Bueno, ahora si que empezaba nuestra crestita, por supuesto roca caliza pura y dura, cuchillares y moles de rocas como nos gusta, y a seguir lo más pegados posibles al borde del precipicio de nuestra derecha. A subir y a bajar como verdaderas cabras, a gozar y sentir de vez en cuando cosquillitas en el estómago, fotos a mogollón, un caminito facilón a nuestra izquierda y por debajo nuestra, muy ansiado por alguno del grupo, pero que por aquello de no hacer el ridículo delante de tanto macho, po palante por encima del roquedo y a poner cara de felicidad. No se acababa la crestita oye, menos mal que era cortita y facilita que si llega a ser puñetera como otras ya felizmente superadas, pues lo mismo andamos saltando aún por allí, así que en un rinconcito maravilloso, con vistas inigualables de toda la cordal sur de Líbar y toda la serranía de Ronda hacia el otro lado, a sacar las viandas, los filetes empanaos, las tortillas de patatas, los salmones, quesos, bocadillos, frutas y mira tú por donde que el Patxi en esta ocasión se vino sin botellita de tinto y el Migué que otras veces ni lo prueba, po que hoy quillo Patxi, que parece mentira, que venía pensando yo en el tintillo, que esto se está estropeando, que el portador del gps al que últimamente le hacemos poco caso se trae hasta fruta como el Antonio, que vaya contrastes que hacen las nubes bajas en el valle del Genal y las cumbres de Líbar por encima con cielo nublado y algunos claros azules, y vengan fotos y venga buen humor y es que la felicidad montañera es plena, sincera y generosa como pocas.


Aún nos quedaba bastante faena de “crestería sencillita y fácil”, así que mochilas de nuevo a la espalda y a seguir trotando por lo alto de nuestras queridísimas rocas, llegar a un peñón canalla que los más echaos palante querían bajar por una pared vertical imposible, aquí si me impuse yo, que el cabra del Migué está fatal, y rodear muchísimo mejor y más seguros por la derecha hasta el siguiente piquito, con su cruz de madera incluida, seguir bajando, localizar el Migué una grieta de escape de la cresta para los más fatigados o “jartos” de roca, dividirnos en dos grupetos, uno pal último piquito del día, el otro pabajo al caminito cómodo que nos llevaría, después de reunirnos nuevamente, a los coches que raudos y veloces nos dejarían en nuestro querido bareto de Montellano para rehidratarnos.

Sin más y como siempre:

SALUD Y FALSOS LLANOS.




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